El estudio “Labor regimes, long-distance commuting, and the spaces of production and social reproduction in large-scale mining”, realizado por Felipe Irarrázaval y Miguel Atienza y publicado en el Journal of Economic Geography, investigó por qué muchos mineros prefieren no vivir en Antofagasta o Calama.
Basado en entrevistas a trabajadores, ejecutivos y dirigentes sindicales, se concluye que la decisión no es meramente económica. Uno de los principales motivos es el alto costo de vida en estas ciudades, superior incluso al de Santiago, especialmente en productos de la canasta básica. Además, los altos sueldos mineros han encarecido bienes y servicios, pero sin mejorar su disponibilidad ni calidad.
A esto se suma la escasa oferta de servicios esenciales como salud y educación. Por ello, muchos trabajadores prefieren mantener residencia en otras ciudades como Santiago, La Serena o Copiapó, y trasladarse por turnos a faenas mineras (7x7, 10x10), garantizando así mejor calidad de vida para sus familias.
El estudio también advierte la necesidad de repensar cómo la minería puede contribuir al desarrollo urbano local. Irarrázaval subraya que, a diferencia de otras partes del mundo donde se vincula la actividad minera con transformaciones urbanas ligadas a la transición energética, en Chile este debate aún está pendiente.